Luis Wall, docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes, fue nombrado como embajador del año por la Sociedad Internacional de Ecología Microbiana (ISME, por sus siglas en inglés). El reconocimiento lo recibió durante el último simposio realizado en Sudáfrica, donde destacaron sus aportes al campo de estudio durante 2023. En este sentido, una de las claves fue la realización del tercer Congreso Latinoamericano realizado en la UNQ, donde Wall fue el organizador principal.
Además, el científico se destaca por su contribución al análisis de los suelos, donde desarrolló un índice capaz de determinar biofertilidad y fue distinguido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Aunque parece un concepto abstracto, la ecología microbiana permite estudiar diferentes cuestiones como la salud humana, el agua, las plantas, los alimentos y los animales.
“La distinción me generó una sorpresa enorme porque fue totalmente inesperada. Sinceramente, quiero compartir la distinción con la Universidad porque creo que el reconocimiento que me hicieron tiene que ver con el impacto internacional que tuvo el Congreso que organizamos el año pasado. Si bien hubo mucha presencia de otros países, el evento tuvo un impacto a nivel internacional que nosotros no percibimos y para mí fue una sorpresa completa”, subraya Wall, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
A pesar de que todas las personas que reciben premios dicen sorprenderse, el investigador de la UNQ lo grafica con esta anécdota: “Estaba sentado con una colega chilena donde planeábamos escribir un libro y, cuando anunciaron que se venía el nombramiento del embajador, pensé a qué científicos de países centrales se lo iban a dar. Aunque parecen estrellas de rock porque hacen cosas increíbles con unos recursos increíbles, cuando me mencionaron a mí y el trabajo a nivel regional, me alegré mucho”.
Amplio y concreto
La ecología microbiana es el estudio de toda la microbiología que se realiza a partir de la evaluación del ADN de los sistemas. En este aspecto, su lugar de estudio ya no es el laboratorio a través del aislamiento de las bacterias, sino el análisis directo e íntegro del ADN del suelo, del agua, de la superficie o de las raíces de las plantas.
Según Wall, los últimos avances científicos demuestran que los “grandes temas” dependen de la ecología microbiana. “Es una nueva manera de mirar el mundo donde refleja que la salud del suelo determina la salud de las plantas, la calidad de los alimentos, la salud de los animales y la salud de la humanidad. Por eso, la acción sobre el suelo y sobre el agua ahora se enfrenta con un problema ético porque lo que se hace sobre ellos tiene consecuencias en la salud de todo el sistema”, subraya.
Así, el científico resalta que el abuso de los productos químicos para aumentar la productividad del suelo genera consecuencias en todos los niveles. “La humanidad tiene que actuar sobre el suelo para producir alimentos, alterándolo y modificando su salud, que en definitiva es la de todo el sistema. El problema que tienen los agroquímicos hoy en día es que han contaminado el ambiente por exceso”.
Al alterar la salud del suelo, estos productos modifican la microbiología de las plantas y, a su vez, transforman la microbiología de los alimentos que se preparan, que luego se transforman en comida para los animales y los humanos. Entonces, destaca Wall, la salud de las personas y del planeta está determinada en función de ese trayecto. Por eso, las consecuencias del manejo del suelo afectan la calidad de vida la humanidad.
A partir de una charla donde lo invitaron a exponer sobre ecología microbiana y derechos humanos, el docente de la UNQ entendió que los conocimientos generados en esta materia pueden contribuir a mejorar la vida de las personas. Por lo tanto, la salud no puede pensarse como algo aislado, sino que es indispensable cuidar todo el sistema para llevar a cabo esta tarea.