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Educación 325
Científicos de la UNQ recomiendan comenzar las clases una hora más tarde
Miércoles 12 de febrero de 2020 | 02:33

Un estudio realizado por investigadores del Laboratorio de Neurociencias de la Universidad Di Tella, el Laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes y el Conicet muestra que esta alineación incorrecta entre el horario interno de los adolescentes y el horario externo tiene efectos sobre el rendimiento académico. Y suma evidencia a un tema que se viene discutiendo hace rato: los beneficios de que las clases escolares empiecen más tarde.

Para tener un bienestar óptimo, un adolescente necesita dormir entre ocho y diez horas cada noche, sin embargo más del 93% de ellos ni siquiera alcanza las siete horas.

Un estudio publicado este lunes en Nature Human Behaviour sobre los hábitos de sueño y el rendimiento de 753 alumnos demuestra que los que tienen que ir a clase a las 07.45 de la mañana sufren un desfase horario entre los días libres y los días hábiles de hasta cuatro horas (lo que se denomina jetlag social).

María Juliana Leone y Diego Golombek, dos de los científicos que realizaron la muestra

“Había varios trabajos que mostraban que los adolescentes tenían este cronotipo nocturno y que, al concurrir a la escuela temprano a la mañana, eso hacía que duermen poco, que tengan alto niveles de jet lag social y que el rendimiento académico sea menor. Pero no se sabía si esa ventaja en el rendimiento académico de los matutinos se debía a que de alguna manera los matutinos tenían alguna característica particular o al horario escolar”, resaltaron los científicos

En ese sentido, afirmaron que “los adolescentes se vuelven más nocturnos y es por razones biológicas”. Y agregó que los adolescentes “no alcanzan a tener el mínimo de sueño deseable”.

En tanto, el estudio también reveló que “en el turno mañana el 90% de los chicos duermen menos de ocho horas y tienen niveles de jet lag social muy altos (cerca de cuatro horas de diferencia). En los más grandes, aun asistiendo al turno tarde, la duración del sueño no alcanzaba las ocho horas. Mientras que los del tuno noche, sí dormían el tiempo recomendado”.

En este sentido, la investigadora resaltó que “a nivel familiar se pueden hacer varias cosas. Lo más importante es concientizarnos todos de la importancia de dormir bien y ver si el turno mañana es el mejor para los adolescentes”.

Finalmente, explicaron que “una solución intermedia seria que empiecen más tarde sólo los más grandes, los más afectados de alguna manera. Otra cosa que se podría hacer es asignar los diferentes turnos dependiendo del cronotipo de cada adolescente y, ya que el efecto es diferente en las distintas materias, ordenarlas. Por ejemplo, evitar poner matemáticas en las primeras horas”.